Acerca de las denuncias públicas de acoso

Gracias Tania, Yollo, Sandra y Lucila por su lectura y comentarios, por las charlas y discusiones

 

Cada vez son más comunes las denuncias públicas de acoso. Esto ha causado una serie de reacciones que van desde las más violentas, cargadas de amenazas hacia las denunciantes, hasta las pasivas que solicitan que se escuchen ambas versiones, que se trata de chismes o argumentos por el estilo. En la mayor parte de los casos, se pone en duda lo que la víctima asegura, aunque es cada vez más claro que este comportamiento es una forma de ejercer poder sobre las mujeres quienes, en la mayor parte de las ocasiones, se encuentran en posiciones subordinadas al acosador. Se acusa a la denuncia de tener un trasfondo de revancha política y sí, el acoso es una cuestión política pero no en el sentido de venganza sino desde una forma de ejercicio de poder que configura el acceso que supone un varón con poder sobre el cuerpo de las mujeres. Con esto quiero apuntar a que el acoso es un dispositivo que constituye una estructura que produce y reproduce posiciones jerárquicas. Como estructura, no es extraño que muchas y muchos asuman esto como «normal».

En los medios académicos y artísticos, los casos de acoso se han ventilado con rapidez, cuestión que no debería extrañarnos ya que, dentro de una estructura social patriarcal, los abusos de los varones se presentan en todos los contextos laborales. Sin embargo, al tratarse de espacios que se asumen como críticos, en donde la libertad sexual ha sido parte de la búsqueda de desalienación en el ejercicio de los derechos sexuales y sobre el cuerpo propio, se ha perdido de vista que no son ajenos a las lógicas que corren en todo el entramado social.

Estos casos deberían ser un llamado de alerta para revisar a profundidad los límites de la crítica ante el poder que se ejerce desde estructuras que no han dejado de ser patriarcales. Podríamos recordar a Rita Segato cuando nos dice que la violencia sexual sobre el cuerpo de las mujeres es una forma de marcar que se gana en territorio y esto, es un comportamiento no sólo machista, sino colonial: se busca conquistar un cuerpo para subalternizar una subjetividad. No es extraño escuchar que entre los profesores más populares es entre quienes mayores rumores de que «salen» con alumnas hay y que éstas, cargarán con el estigma de haber estado con ellos por lo que las posibilidades de sr reconocidas por méritos propios disminuye.

El caso más reciente es el de Walter Mignolo, acusado de acoso por una joven que narra la forma en la que la blanquitud y el respeto académico del que goza la hizo dudar acerca de la forma de actuar, de denunciar o de mantenerse cerca de su agresor para recibir algún favor académico, esto, con la conciencia de que muchos personajes señalados como acosadores han gozado de impunidad por el prestigio del que gozan, ¿cómo desprenderse del miedo al señalamiento público frente a un Goliat sin ser David sino una mujer sin piedra? De inmediato, se han hecho comentarios que buscan minimizar la denuncia y desvían la atención hacia las diferencias que Mignolo tiene con Silvia Rivera Cusicanqui, quien es la interlocutora de la denunciante en la información que se ha dado a conocer. Ante esto, es importante cuestionar si dentro de los pensadores o interesades en las cuestiones decoloniales marcarán una diferencia entre lo personal y lo político como han hecho las escuelas de pensamiento político occidentales o serán capaces de asumir que lo personal es lo que configura la relaciones políticas; de la misma forma, parece una oportunidad importante para hablar de las posturas feministas decoloniales que los patriarcas del pensamiento que se ubica como tal trata con tanto desdén y que son las que han hecho críticas profundas relativas a la relación colonialidad-sexualidad-patriarcado.

Hasta ahora, Mignolo no se ha pronunciado respecto a la acusación, aunque es menester recordar que ninguno de los acusados anteriormente dentro de los medios académicos, artísticos y culturales ha dado una respuesta en la que asuma un comportamiento ofensivo hacia quien denuncia, por el contrario, las respuestas apuntan a ataques políticos, a denunciar una injusticia en su contra. Parece que una disculpa pública es mucho pedir en un medio en donde se aplaude el mesianismo y se mantiene a los grandes patriarcas del pensamiento como intocables, no solamente frente a una crítica a sus ideas, sino al comportamiento que pudo vulnerar a una persona que se acercó a ellos con la intención de aprender algo. Eso que llaman «efecto cátedra» se ha convertido en un argumento para perpetuar el poder entre varones, que extiende lo que Lugones llama pacto de homosolidaridad entre varones colonizados y colonizadores y que a nosotras nos mueve a levantar la voz y a dar testimonio a través de actos masivos como el apoyo a través de redes sociales con el #YoSiTeCreo. El reto, llevar a cabo un trabajo no sólo de denuncia inmediata sino una teorización que continúe con el trabajo de mujeres con tradición anti y descolonial, antirracista y feminista, esto, a pesar de los patriarcas.

Ga Ortuño